La ciudad ha cambiado. Hoy tenemos menos niñez, pero cada vez más pobre y vulnerable; más hogares monoparentales encabezados por mujeres que enfrentan cargas económicas y de cuidado.
La evidencia es clara: la gran apuesta debe ser por quienes cuidan, porque sólo si ellos están bien, podremos esperar que el bienestar llegue a la niñez.
Si fortalecemos a madres, padres y cuidadores, podremos asegurar que nuestras niñas y niños quieran ir al colegio, que no sean violentados en sus propios hogares, que disfruten aprender, que sueñen con un futuro mejor, que quieran trabajar, formar hogares, tener hijos, vivir tranquilos en sus barrios y convivir en paz.