Columna de opinión. Luis Fernando Agudelo. ADN Medellín.
El pasado fin de semana Medellín vivió una serie de espectáculos, ubicándose en el mapa del entretenimiento nacional, la derrama económica estimada en 15 millones de dólares, la ocupación hotelera superior al 95% y una parte de la ciudad volcada a la alegría y el disfrute. Un buen fin de semana, especialmente porque hemos pasado por una de las pruebas más duras de la historia con el confinamiento por el Covid-19.
No podemos olvidar que durante el primer trimestre de 2021 llegamos a un desempleo del 17,7%, y en 2020 pobreza de 32,9% y pobreza extrema de 9,1%; si bien las condiciones han mejorado, y 2021 finalizó con una tasa de desempleo anual de 15,1%, pobreza de 27,6% y pobreza extrema de 5,1%, Medellín y el Valle de Aburrá aún no alcanzan los niveles de pobreza antes de la pandemia, que ya eran preocupantes.
Adicionalmente, el costo de vida ha tenido impactos en la seguridad alimentaria y afecta de manera desproporcionada a niños/as y adultos mayores de hogares pobres: la inflación de 2021 fue de 5,1% y la de alimentos y bebidas no alcohólicas fue de 15,1% en el Valle de Aburrá.
Los signos de recuperación son esperanzadores, pero las consecuencias de la pandemia aún necesitan más acción técnica de los gobiernos, especialmente de la Alcaldía, para avanzar en la ejecución de las ayudas que prometió entregar, mejorando los mecanismos de focalización. Medellín necesita mejorar su estado de ánimo, pero debe lograrlo por las razones correctas: reducir la pobreza y pobreza extrema a niveles aceptables para una ciudad de este nivel de ingreso, como se comprometió en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
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